Como parte de nuestra celebración del Mes de la Herencia Hispana, compartimos historias de miembros del personal hispano que destacan sus diversas experiencias y lo que los conecta para acabar con el hambre infantil. Andy Villabona, gerente principal de asociaciones y eventos culinarios en No Kid Hungry, comparte su experiencia como inmigrante de Colombia.
La primera vez que perdí un vuelo fue tres semanas antes de mi séptimo cumpleaños.
Era como la escena de la película Home Alone donde toda la familia se apresura a cruzar el aeropuerto para llegar a la puerta embarque. La diferencia aquí fue que solo tres de nosotros estábamos abordando el vuelo, mi mamá de 29 años, mi hermano de 3 años y yo, todos los demás estaban allí para decirnos adiós. Se suponía que el vuelo nos reuniría con mi papá, quien nueve meses antes había escapado de Colombia hacia los Estados Unidos con la esperanza de una vida mejor y más segura para nosotros.
Al perder el vuelo, recuerdo a mis tíos haciendo todo lo posible en el aeropuerto para que nos subieran a otro. Lo que habría sido un vuelo de tres horas se convirtió en un vuelo de nueve horas y tres escalas.
Durante los siguientes tres meses, los cuatro vivimos en una habitación de motel en Miami Beach.
Recuerdo vivamente gran parte de esos primeros años en este nuevo país: las diferentes escuelas, la multitud de automóviles (la mayoría de los cuales probablemente ya habían pasado de su vida útil), las diferentes casas (cuando terminé la escuela primaria estábamos en nuestra cuarta mudanza), los viernes por la noche en la lavandería, todos los ravioles de queso congelados que puedas imaginar, pero lo que recuerdo más vivamente es lo felices que éramos.
A través de toda esta lucha, dos cosas siempre fueron constantes: la familia y la comida.
Una característica de ser colombiano es que todo tiene que ver con la familia. La familia lo es todo, así que la felicidad de estar juntos ayudó a mis padres a protegernos a mi hermano y a mí de sentir el esfuerzo que ellos, como padres, estaban atravesando para llegar a fin de mes.
Mi papá dejó una carrera establecida como ingeniero civil en Colombia por una plantación de tomates en Florida. Se enlistó en la escuela nocturna en Miami-Dade Community College para aprender suficiente inglés para recuperar su carrera como ingeniero. Ha dirigido su propia empresa de contratación desde hace más de 25 años. Mi mamá dejó su carrera en la hospitalidad y dedicó su vida a criarnos y ayudar a mi papá con el negocio, lo que todavía hace hasta hoy.
Cuando llegamos la única forma de comunicarnos con nuestra familia en Colombia era a través de cartas. Los días que recibíamos cartas eran cuando mis padres tenían las mayores sonrisas. Más tarde, fueron las "tiendas de teléfonos", donde nos metíamos en una cabina telefónica para hablar con la familia en casa por 5 a 10 minutos y unos años más tarde, las tarjetas telefónicas se convirtieron en una compra semanal para nosotros. Esta fue nuestra conexión constante con la familia y nos mantuvo conectados con nuestras raíces.
En lo que respecta a la comida tuvimos la suerte de tener siempre comida caliente. Mi madre es una cocinera increíble e incluso los alimentos más básicos de la despensa siempre se transformaron en comidas reconfortantes. Había muchas noches en las que un huevo frito y arroz era todo lo que teníamos para cenar. Mirando al pasado en esos tiempos, ahora sé por qué era que comíamos eso, pero en esos momentos mis padres se aseguraron de que no sintiéramos el esfuerzo que les costaba.
El trabajo que hacemos aquí en No Kid Hungry ha reforzado la gran bendición que fue el haber tenido almuerzo gratis en la escuela. Fue una preocupación menos para mis padres y aseguró que mi hermano y yo siempre tuviéramos una comida nutritiva durante el día escolar. Desde la primaria hasta la secundaria, nos apoyamos en el almuerzo gratis.
Unos años después de nuestra llegada nació mi hermano menor seguido de mi hermana un par de años después. Ellos también se beneficiaron del almuerzo gratis durante toda su educación. Nuestros padres sabían que necesitaban la ayuda y afortunadamente los programas gubernamentales de almuerzos gratis y cupones de alimentos (ahora SNAP) estaban ahí para nuestra familia.
Hoy día, tres semanas antes de mi cumpleaños número 36 todavía no sé cómo lo lograron mis padres; sin embargo, sus sacrificios no han pasado desapercibidos. Mis hermanos y yo hablamos de ellos constantemente y siempre estaremos agradecidos por todo lo que hicieron y continúan haciendo por nosotros.
Mi hermano Hugo es el director de operaciones de una de las editoriales de más rápido crecimiento en el país. Juan está en el tercer año de la escuela de medicina y Alejandra es productora asociada en una empresa de marketing en Nueva York. Los cuatro somos graduados universitarios y el compromiso de nuestros padres con nosotros es lo que siempre nos ha llevado a romper barreras.
Gracias, Mami. Gracias, Papi.